Frente a estudiantes del Sciences Po, el Presidente anunció que enviará la ley de despenalización del aborto. “Estamos jugando al póker y no con chicos”, reconoció sobre la negociación con el Fondo. “Tenemos un plan. No lo contamos porque estamos en plena negociación, y contarlo sería mostrar las cartas”, advirtió.
De la primera a la última, tres en total, la divisa de la Republica francesa podría ser el reflejo de la visita a Francia del presidente argentino: Liberté, Egalité, Fraternité. La fraternidad que le ofreció el mandatario francés, Emmanuel Macron; la libertad con que Alberto Fernández habló ante los estudiantes reunidos en una sala del Instituto de Estudios Políticos de París (Sciences Po). Y la igualdad, que fue tanto el tema central de la conferencia como la marca del trato que las autoridades francesas desplegaron ante el Presidente y la delegación argentina.
París sembró muchos signos en la fructífera visita argentina. En lo nacional, Fernández confirmó ante los entusiastas estudiantes que acudieron a Sciences Po a escucharlo que iba a mandar “una ley que termine con la penalización del aborto y que permita la atención de cualquier aborto en los centros de salud pública”. Esta iniciativa irá acompañada de otra que consiste en un programado denominado “los 1.000 días”, que apunta a garantizar la asistencia del Estado a las mujeres de pocos recursos, desde que comienza el embarazo hasta que su hijo o hija tenga dos años.
Y en un plano más amplio e internacional, el más manifiesto e inesperado signo por el orden en el cual intervino fue la declaración común que ambos mandatarios ofrecieron en el patio central del Palacio presidencial del Elíseo, poco antes de iniciar una sesión de trabajo y un almuerzo. Emmanuel Macron fue derecho al tema de la deuda y afirmó que estará “junto a la Argentina”, y que se se movilizará junto al Fondo Monetario Internacional y ante otros socios “para ayudar a la Argentina a recuperar el camino del crecimiento”.
Ese pronunciamiento diseña, según una certeza expresada por varias fuentes argentinas en París, una suerte de línea común entre los países europeos que ya escucharon las intenciones argentinas, en particular Alemania y España. ”Todos son conscientes del nivel de daño que sufrió la Argentina”, y de ello trasciende que “hay un acuerdo en Europa para respaldar a la Argentina”.
Se sabe que Emmanuel Macron apoyó la candidatura de la actual directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, y que en dos ocasiones ya habló con ella sobre el tema argentino. Pese a las dificultades en curso, la Argentina parece estar pasando del estatuto de espina bajo el zapato al de la flor naciente. En este cierre de la gira presidencial por Europa, París se asoma como “un amigo nuevo e inesperado”, cuya agenda no está lejos de la que podría haber presentado la Argentina.
Emmanuel Macron, en todo caso, no ahorró signos de distinción ni demostraciones de afecto. Le regaló a Alberto Fernández una guitarra de roble que el Presiente se animó a tocar antes de no seguir porque estaba desafinada. Alberto Fernández le entregó la música del lenguaje de Borges con el regalo de los dos tomos de sus obras completas.
Se va plasmando en Francia una dirección ya anhelada por diplomáticos de París, pero dificultada por los cambios imprevistos que azotaron a América del Sur, particularmente a Venezuela, Bolivia, Chile y Brasil. Ya desde antes del Brexit, la diplomacia se planteaba abrir horizontes distintos que miren más allá de la propia Europa, de China o de Estados Unidos. Faltaba en América latina una suerte de ancla o referente para entablar ese rediseño del rumbo, cuya necesidad se aceleró con el voto a favor de Brexit.
El último viaje que el presidente norteamericano Donald Trump emprendió por Gran Bretaña en 2019 puso las cosas muy claras: si, como ocurrió, el Reino Unido se iba de Europa, lo más seguro es que pactara con Estados Unidos un gran acuerdo de libre comercio. Trump ofreció una canasta de promesas. Sin Gran Bretaña en la Unión, con Washington como aliado hostil, la China como co gestor del mundo junto a Estados Unidos y Rusia aliada a China, era imperioso volver a explorar el sentido de las alianzas.
No había muchos socios posibles en la ruta hasta que se dio la elección de Alberto Fernández, en un contexto de multiplicación de crisis e inestabilidades en los países vecinos. La Argentina sale reforzada con esta elección y con evidente autoridad para ser tomada como un interlocutor legítimo y pasar a formar parte de lo que, en el seno de la delegación argentina, se identifica como “Europa, Canadá, México, América del Sur”.
Precisamente, en ese espacio parece gravitar la diplomacia. Así lo expresó el presidente cuanto le tocó hablar durante la declaración conjunta ofrecida en el Elíseo. Alberto Fernández dijo “soy un europeísta”. Esa vocación fue tanto más reiterada y demostrada cuanto que, como lo resaltaba el entorno diplomático, ”con Estados Unidos hemos perdido el tiempo”.
De todas formas, Washington y Bruselas son igualmente voraces y habrá que ver con quién se pierden menos plumas. En la capital francesa Alberto Fernández le dio a su mandato una dimensión internacional firme. Puede resultar contradictorio pensar que un país tan debilitado tenga, de pronto, cierto volumen. Sin embargo, es así: la claridad, el estilo personal del presidente y la descomposición del escenario regional hicieron de la debilidad una fuerza y de los errores imperdonables de sus predecesores un argumento a favor de si mismos y, por consiguiente, del país.
En América latina “tenemos un lugar para tratar de ordenar los desordenes que existen”, recordaba el entorno presidencial. Fuentes del mismo sector adelantaron que se le habría explicado a Emmanuel Macron que lo “de Bolivia fue un golpe” y que, en lo que atañe a Venezuela, es urgente “encontrar otra solución porque esta no funciona”. Lo mejor sería, obviamente, que Venezuela decida por sí misma, sin intromisiones exteriores.
El presidente reivindicó muchas cosas en París: ante Emmanuel Macron, la figura de las mujeres en la historia argentina. ”Tuvo en Eva Perón a una líder extraordinaria, y honestamente en el presente tiene a Cristina Kirchner como una líder también muy importante en esos derechos de la mujer”, dijo momentos antes de ingresar al almuerzo y las cesiones de trabajo.
Y delante de la abarrotada y excitada sala de conferencias de Sciences Po, donde por primera vez, se recibía a un mandatario argentino, saboreó el entusiasmo de los jóvenes invitados cuando ni siquiera había empezado a hablar. El presidente de Sciences Po, Fréderic Mion, evocó la intención del jefe del Estado de presentar un proyecto sobre el aborto y enseguida la sala irrumpió en un masivo aplauso.
El episodio se repitió varias veces a lo largo de la alocución del presidente, en la cual destiló la ambición central de una “América latina integrada y con lógicas de igualdad” para sacar “a la gente de la pobreza”. “La ecuación imposible”, resumió, es ”mucha deuda en poco tiempo con compromisos de pagos muy rápidos”.
Su discurso fue emprendedor, a veces con dobles sentidos que el público captó muy bien, con buenos tramos de sentido del humor y una puntería política que nunca perdió su blanco: “Somos expertos en resolver los problemas que nos dejaron”, dijo a propósito del peronismo, luego de que un ex estudiante del Instituto y, según se presentó, ex funcionario macrista, la preguntara cuál había sido “la inercia mediocre” que dejó el peronismo en todo el tiempo que gobernó.
Fernández dejó clara su profesión de fe y su forma de encarar las transformaciones: “cambiar la realidad con las reglas establecidas”. En ese período habrá que pagar la deuda y será necesario “darle tiempo a la Argentina para que vuelva a crecer y pueda pagar”.
La tarea es ardua: “Estamos jugando al póker y no con chicos”, reconoció el mandatario. “Tenemos un plan. No lo contamos porque estamos en plena negociación, y contarlo sería mostrar las cartas”, advirtió.